La personas tienen una extraña tendencia a rememorar el pasado.
Los ancianos pueden tirarse tardes enteras recordando batallitas, los niños se juntan para recordar travesuras o hazañas y los enamorados rememoran una y otra vez la sensación de la primera vez que se besaron.
Los recuerdos son un tesoro que poseen las personas, la capacidad de recordar los momentos de antaño, de rememorar otros tiempos y de volver a disfrutar de los antiguos buenos momentos.
Sin embargo, también hay una extraña tendencia a desenterrar viejas vivencias que hace ya tiempo se dejaron atras, a remover en las entrañas de un pasado turbio sin razón aparente, como volviendo a abrir una y otra vez cicatrices que ya habian sanado, o al menos estaban en ello.
En la vida de una persona hay miles de situaciones desagradables. Decepciones, traiciones, fracasos... son conceptos que nos persiguen y muchas veces logran darnos alcance a lo largo de nuestro camino. Sin embargo, en la gran mayoría de las ocasiones, logramos vencerlos. Nos libramos de sus gélidos dedos al agarrarnos por la espalda y corremos hacia delante, procurando dejarlos muy atrás para poder proseguir con nuestra vida.
Sin embargo, esos gélidos dedos de la decepción, de la traición y del fracaso causan cortes en aquellos lugares donde se aferran. Cortes que, por otro lado, son perfectamente sanables, bien por uno mismo con esfuerzo y dedicación, o con la ayuda de una mano amiga que vende la herida.
El problema es cuando, pasado el tiempo, se decida quitar la venda para ver el corte. Para rememorar el momento en donde esa herida fue creada... no dejándola simplemente cicatrizar.
Ese tipo de recuerdos no son de los que, en mi opinión, deban rememorarse.
No son cortes de batallitas.
Ni de hazañas o travesuras.
No son recuerdos con los uno pueda rememorar, si no de los que se debe simplemente aprender.
Aprender a tener cuidado con los las decepciones. Aprender a ver venir y evitar las traiciones. Aprender de los fracasos pasados para alcanzar futuros triunfos.
Todo el mundo aprende a base de errores. Todos nos equivocamos, todos hemos fracasado alguna vez en nuestra vida, y todos nos hemos levantado y hemos caminado sobre esos errores para encontrar los logros venideros. Los usamos como asfalto que endurece y fortifica nuestro camino. Los pisamos, y podemos verlos con solo agachar la cabeza, pero estamos tan ocupados mirando al frente que al final los perdemos de vista para siempre.... pero la lección aprendida nos acompaña siempre.
Y por eso mismo, porque lo aprendido siempre nos queda, no es necesario quitar la venda de la herida, pues ella misma se caerá sola sin que nos demos cuenta. No hay que ansiarse con arrancarla precipitadamente y esperar que al ver la herida aprendamos más deprisa del error que la provocó, porque no es así.
Todo llega a su tiempo, no es necesario rememorar el dolor que provocó los cortes en nuestra piel aquel fracaso o aquella decepción pasada para poder aprender de ella. No es necesario apretar con odio ese rasguño recordando aquel error que lo provocó, apretar y apretar hasta casi volver a abrir la herida y volver a hacerla sangrar de nuevo.
No hace falta. Tan solo hay que dejarla.
El dolor palpitante de la herida recién hecha pasará a ser un dolor atenuado, pero persistente tras el vendado. Este dolor persistente pasará a ser molestia, la molestia a ligero escozor, el escozor a un pequeño picor, que al final acabará por desaparecer para siempre.
Sin dolor. Sin angustia. Y muchas veces sin tan siquiera dejar cicatriz: desaparece y punto.
Pero, eso sí, el próximo ataque de decepción, fracaso o error sabremos bien como esquivarlo, pues aunque ya no exista ni herida ni dolor, no dejaremos nunca que vuelvan a dañarnos jamás.
Aprended del pasado, pero no dejéis que os consuma.
Enfrentáos a él, y superadlo.
A veces cuesta, a veces es difícil... pero la vida está llena de pruebas y no nos queda otra que pasarlas y seguir caminando. Y recordad que en la mayoría de las ocasiones hay cerca una mano amiga que os ayuda con las vendas, aunque a veces no seamos capaces de verla.
Y sí, post filosófico, que ya tocaba, leñes x)