Namida

No llores, así es mejor.
No llores, ya pasó.

No más lágrimas, nada harán.
Silencia tu dolor, no llores más.

Mas, ¿por qué he de parar?
¿son mis lágrimas un pecado?
¿molesta a alguien mi llanto?
¿son acaso algo malvado?

Ya silencio suficiente mi alma.
Ya pongo fin a melancolías sin solución.
Ya levanto la mirada cuando deseo bajarla
Y ya salgo cuando deseo esconderme en cualquier cajón.

Así pues, ¿también he de reprimir estas lágrimas?
¿He de negarle el derecho de derramarlas a mi alma?
¿Y por qué acallarlas, cuando tan solo intentan aliviar mis penas?

No, no las reprimas.
No las escondas.
No te avergüences de ellas.

Deja que fluyan por tu rostro cuando lo deseen.
Deja que limpien tu mal.
Deja que refresquen tu interior,
y lleven ese alivio a tu corazón.

Deja que arrastren la pena desde tus ojos,
que se lleven el mal que tanto te agredió,
deja que diluyan esa angustia que te ahoga
deja que mojen la ardiente herida de tu corazón.

Piensa, ¿qué se logra al retener esas lágrimas, en silencia el llanto?
La tristeza se acumula
Se enquista en tu dolor,
forma tumores y se extiende hasta nublar la razón.

Por ello, no lo dudes:
Si crees que lo necesitas,

y si tu alma te grita de dolor:

Llora.

Llora cuando notes que llegan,
cuando las lágrimas insisten en salir,
Pues ellas vendrán a calmar tu herida,
A despejar tu mente,
A fluir buscando una salida.

No es nada malo,
Ni siquiera fuera de lo común.

Todos lloran cuando les hacen daño,
Cuando les duele el alma,
Cuado recuerdan ante la tumba,
Cuando se caen en el último peldaño,

Llora así, y siente la armonía
De un mundo más humano,
En donde ya nada te hará daño.
Y siéntelas...

Larme, Träne, Namida.