Moe lo vio una vez más aquel día lluvioso en el funeral. Sin embargo, aquella vez la imagen que le llegó de él fue de total y absoluto deterioro, de abandono y perdición. La imagen de alguien que ha perdido su alma y no siente fuerzas ni ganas para buscarla.
Moe descendió un poco más. Sabía que no podrían verla, así que no tomó muchas precauciones a la hora de acercarse. Se colocó justo tras él, quedando ambos separados del cúmulo de gente de ropas oscuras que se apiñaban cerca del ataúd, a punto ya de ser enterrado. Las palabras del cura les llegaban como un susurro en el frío viento, y los sollozos de los amigos y familiares pronto quedaron ocultos bajo el chapoteo de la lluvia.
Moe se mantuvo a las espaldas del joven hombre al que había estado observado durante horas, mirándolo con sus cristalinos ojos, sintiendo un cúmulo de emociones que no supo bien como definir. Tristeza, incomprensión, un poco de rabia…
Él se mantenía con la cabeza gacha, dejando que la lluvia recorriese su cuerpo esbelto y empapase su sedoso cabello oscuro. Ya no le importaba nada.
Ella, por su parte, comenzó a notar una fuerte presión en el corazón. Una presión que no la dejaba sin aliento. Llevó una de sus blancas manos al pecho y agarró con su fuerza su blanco vestido.
“No es justo” pensó con amargura. Sin embargo la justicia no era algo que importara mucho en estas cosas. No tenía jurisdicción en el curso natural de la vida. Las luces se encienden y se apagan, y, a veces, por mucho que se proteja a la llama, está dejará de brillar irremediablemente al consumirse la mecha.
El hombre levantó entonces la mirada. Moe no pudo verle el rostro, ya que aun se encontraba a sus espaldas, pero supuso que sus lágrimas se hallarían mezcladas entre las numerosas gotitas de lluvia que le surcaban la cara. Se mantuvo mirando al cielo durante unos minutos, y justo cuando sonó en la lejanía el débil “amén”, que daba fin al funeral, él se dio la vuelta.
Cuando Moe lo vio, notó como su corazón volvía a encogerse y se agarraó con más fuerza la camisa en el pecho. El bello rostro que meses atrás se mantenía altivo, jovial y mostraba aquella sonrisa optimista ante cualquier patada que recibía de la vida, ahora se encontraba encharcado en un mar de lágrimas y lluvia, y sus ojos, negros y brillantes, ahora estaban apagados y bordeados por oscuras sombras, prueba de un profundo sufrimiento y cansancio.
Moe quiso entonces tocarlo. Abrazarlo. Susurrarle que siguiera teniendo fe, decirle que llorara en sus brazos… pero se contuvo. Cerró fuertemente los ojos y dejó que él pasara por su lado, ignorándola, dado que no la podía ver.
Ella tuvo que hacer un gran esfuerzo por resistir el deseo de echarse en sus brazos, de consolarlo... pero sabía que mostrarse tan solo le haría más daño. Tan solo le sumergiría más en el dolor... Ahora ella quedaba fuera de su vida. Lejos, muy lejos… y para siempre.
Moe abrió de nuevo de los ojos, y quedó mirando hacia donde minutos antes se había agrupado el grupo de gente. Ahora ya no quedaba nadie. El ataúd había descendido, y tan solo quedaba aquella fría lápida gris, adornada con un sencillo ramo de margaritas. Margaritas…
Se acercó lentamente a la tumba. No leyó la inscripción, no le hacía falta. Se arrodilló junto la lápida y acarició las flores. Notó como una lágrima le recorría el rostro. Tal vez fuese un acto fuera de lugar, pero no escondió aquella lágrima, al igual que él no escondía las suyas. Moe cogió con cuidado una de las flores. Una margarita… una flor tan bella... como mentirosa.
Entonces, con un sobresalto, Moe recordó algo. Algo muy, muy importante. Tal vez la única razón por la que ella se encontraba allí en ese momento. En ese instante. Junto a aquella lápida.
La chica agarró con fuerza la flor, se irguió y buscó con la mirada, casi frenéticamente. Localizó el camino, y sin echar una última mirada a la tumba echó a correr.
Encontró a aquel joven minutos más tarde, apoyado de espaldas en un ciprés, con las manos en los bolsillos y con la mirada baja. Pero ya no lloraba. Moe suspiró de alivio al verlo allí, y sonrió. Sonrió de corazón.
Las velas se apagan –pensó para sí- pero lo que tiempo atrás iluminaron no desaparece, aunque quede a oscuras…
Con cuidado, se situó detrás del ciprés y, despacio, colocó con cuidado la margarita en el suelo, al lado del hombre que en ese momento se dejaba de apoyarse en el árbol y se pasaba una mano por el mojado rostro. Pero aquella margarita no estaba intacta… aquella margarita era ya mucho más que una simple flor. Era un mensaje. Su último mensaje. Ella emitió una triste sonrisa, y se fue, pasando muy cerca del hombre de negros cabellos. La última imagen que vio fue la de él descubriendo la flor, agacharse lentamente, alagar su mano para recogerla…
…
y sonreir.
Recuerdo que señalaste una pequeño campito de flores. Un campo de margaritas.
- Son preciosas, ¿no crees?.
Yo me levanté entonces y cogí una de ellas. Te miré con una sonrisa que te hizo ruborizar. Y empecé a quitar los pétalos de la flor lentamente…
- Me quieres…- y quité un pétalo- no me quieres- y otro más cayó al suelo.
Tu empezaste a reír y a decirme que me dejara de chiquilladas, pero a mi me daba igual. Te estabas riendo, aunque fuera de una cosa tan tonta como aquella, pero estabas riendo.
- … Me quieres- y entonces me detuve, y miré con disgusto a aquella margarita. Quedaba tan solo uno de los pétalos.
Con un suspiro, dejé la flor.
- Así que no me quieres nada, ¿eh? Mala persona…
Tu sonreiste con ternura, y me cogiste de la mano. Entonces fuí yo el que se sonrojó.
- Las margaritas son flores muy bellas –explicaste mirando al compo…- al igual que mentirosas. Esta flor debería tener...
Ivan se encontraba entonces frente a la lápida. Observó durante unos instantes la inscripción, y luego, son una triste sonrisa, observó la flor que tenía en sus manos y que, minutos antes, había encontrado cerca de un ciprés.
Una margarita con un solo pétalo.
Ivan acarició una vez más el ramo que descansaba sobre la tumba. Las había contado varias veces, pero ya no se molestó en volver a comprobarlo. Faltaba una flor. Tan solo una.
Con un suspiro, se incorporó. Observó unos segundo más aquella margarita de un solo pétalo, y reprimió una lágrima.
Tras guardar la flor, dio media vuelta y se alejó lentamente.
- Las margaritas son flores muy bellas –explicaste mirando al compa…- al igual que mentirosas. Esta flor debería tener…
- …Tan solo un pétalo más. - susurró mientras atravesaba los portones del cementerio. Se volvió por última vez, y observó aquel deprimente y gris paraje. Y con un último suspiro, se despidió.
- Gracias, Moe.
Muy bonito el relato, Miri. Como siempre, eres toda una artista en la narrativa. ^_^
ResponderEliminarMe ha encantado lo de la margarita y esta frase:
"Las velas se apagan, pero lo que tiempo atrás iluminaron no desaparece, aunque quede a oscuras…"
Bai de güei... Espero que para hoy el cuarto capítulo de mi fic esté subido, tras el "fracaso" del tercero. xD
Muy bonito, aunque has escrito "sumerjería". ¬¬U
ResponderEliminarA mí también em ha dado la sensación de ver parte del funeral, y a la chica calva y con los labios ligeramente deformados por el catete de una vía intravenosa (no em preguntes por qué).
yepa, no me había dado cuenta XDD gracias por el aviso, ya está corregido :)
ResponderEliminarjum... es la primera vez que escribo una cosa así, en plan pasteloso... en realidad iba a ser otra cosa muy diferente, pero como me centré mucho en el funeral al final se me ocurrió esto ^^U
uoooh! me alegro de que os guste! o al menos me alegro de lo que finjáis un poco! XD
huy que bonito y que triste, cuando lei lo del ramo de margaritas me imagine un "me muero, no me muero, me muero...." pero luego la historia que llevan esta chula, y se hace creibe, mola
ResponderEliminarjum... pues lo cierto es que yo decidí que iba a ser la muerta cuando ve el ramo de margaritas... (antes iba a ser otra historia) ^^UUU
ResponderEliminarjopeta, tal debería haber escrito lo otro después de todo... naaah, otro día XD
La primera frase me chirría: "pero no era la primera vez que se encontraban" no me parece adecuada dada la relación entre los dos personajes. Una cosa es no dar toda la información al principio y otra jugar al despiste. Creo que deberías haber reescrito la frase tras cambiar de planes a media historia
ResponderEliminar(Sí, la historia mola mucho, pero soy un perfeccionista ^^U)
Miri una historia bellisima, tienes una gran sensibilidad y verdadero talento para escribir (he leido muchos libros y de verdad te digo que no tienes nada que envidiar a ningun escritor (bueno, quizás el dinero que ganan :-D))
ResponderEliminarVista la temática de las historias que escribes te recomiendo que veas la película "El cielo sobre Berlin" (la peli en la que se basan los anuncios de Navidad de la Once)
Creo que a estas alturas lo han dicho ya todo, asi que solo me queda manifestar mi acuerdo con lo dicho, y decirte que me gusta mucho ^·^
ResponderEliminarostras tu, tienes razón Eme, no me había dado cuenta... voy a ver si la corrijo, que no pega ni con cola XDDDD
ResponderEliminargracias por el aviso ^^
woo, Simkin, muchas gracias... pero ya será menos, no? XD (y si, ellos ahi ganando pasta y yo... :__) al menos no se dirá que soy comercial! bwaaajajaja! XD).
Tomo nota de la peli... no, no la he visto, aunque la verdad es que me suena...
uy alhanita, que hemos posteado a la vez :D
ResponderEliminargracias!
Moola! (Joder, no se que decir, al menos comento i dejo constancia de que lo he leído!)
ResponderEliminarEy, mola. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarEso sí, yo no caí en que fuese la muerta, soy un membrillo que no se entera de nada, ejém ^^UUUUU
Ea, ea, besitos.
Qué bonito el relato >///< Escribes genial, de verdad, me encanta >///<
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