jueves, diciembre 03, 2015

¿Por qué hacemos las cosas?


La culpa de todas mis desgracias siempre la tenía el tiempo. Que si ahora trabajo, que si llego tarde, que si no tengo tiempo ni para tomar café... Siempre, siempre era culpa suya. No podía dibujar, y lo achacaba al ritmo de mi nueva vida. Que no había tiempo, nunca.
Y, en parte, era verdad.
Sin embargo, llegado un momento, esa parte de verdad empezó a convertirse en una excusa. Y esa excusa surgió de una base mucho más complicada que la simple vaguería de no querer hacer nada.

Pero dejadme empezar por el principio.

La semana pasada, una chica se puso en contacto conmigo para una entrevista. Estaba realizando un trabajo sobre el "síndrome de la hoja en blanco", en el cual un artista se bloquea ante un folio en blanco y no consigue visualizar lo que desea plasmar. Por supuesto, accedí a ayudarla encantada, pensando que yo misma estaba en ese tipo de bloqueo y que podría plasmar lo que es.

Y le conté lo que era. Y me di cuenta de que no era lo que me pasaba a mi.
Yo no veo un papel en blanco y solo veo blanco. Veo ideas. Veo montones de ideas. Y lo que es mejor, ahora que ha pasado un tiempo y me he habituado al ritmo del trabajo, incluso me veo con tiempo libre para plasmar esas ideas en esos papeles.

Pero nunca lo hago.

Y es que el problema no era ya el tiempo. El problema es que había perdido el por qué hacer las cosas. El por qué dibujar. El por qué crear cosas de la nada en esos folios en blanco.

Remontando un mes atrás, recordé un video que me puso mi jefe (que es de estos jefe de los que, a posteriori, siempre se recuerdan como aquella persona que supo ayudarte a descubrir y dar lo mejor) Era un video motivacional, donde un ponente (del que me avergüenza no recordar el nombre) explicaba por qué la gente y las empresas que más triunfaban...triunfaban.
Y veías que todas tenían un por qué para hacer las cosas, un por qué idóneo, un por qué que los llevaba a hacer cosas increíbles, sin excusas, sin "es que no tengo tiempo". El video duraba una media hora, y lo vi entero. Te dabas cuenta de muchas cosas, de miles de razones, de por qué hay gente que fracasa y de por que hay gente que triunfa, o incluso gente que no logra sus objetivos, pero no siente frustración ninguna. Que lo sigue intentando.

Se me vino a la cabeza el nombre de un antiguo amigo, al cual lamentablemente ya no puedo llamar así, y sus constantes fracasos empezaron a tener sentido: su por qué era hacerse famoso. Hacerse famoso rápido. Le daba igual como fuera, quería alcanzar la fama con cualquier proyecto que iniciase. Probó con los webcómics, con los podcasts, cuando dejé de hablar con él empezaba con un canal de youtube....pero abandonó todos y cada uno de esos proyectos. Al menos, los que yo le vi comenzar.

Porque no se hacía famoso.

Porque no conseguía premios.

Porque no veía la respuesta que esperaba del público.

Porque veía que su por qué no se realizaba, y no se realizaba porque su por qué era erróneo para alcanzar justo lo que buscaba con ese por qué.

Por otro lado, tenemos un buen ejemplo. No es un ejemplo de una persona real (que los hay), pero sí que es un ejemplo muy bien puesto y hecho con toda la intención: hace relativamente volví a ver la primera película de Los Muppets, aquí traducida como "Los Teleñecos van a Hollywood". En la primera escena de esa película, donde se ve un plano aéreo del pantano que poco a poco se va acercando a los árboles, donde se encuentra la rana Gustavo sentado en un árbol caído tocando el banjo mientras canta la fabulosa The Rainbow Connection, se resume perfectamente lo que ponente del vídeo de mi jefe quería exponer. Cuando la canción termina, aparece un productor perdido en el pantano (la magia de los teleñecos), y le pregunta a Gustavo por la salida. La rana trata de ayudarlo, y durante la conversación el productor le dice: "oye, tienes talento, y en Hollywood buscamos ranas que sepan cantar (la magia de los teleñecos bis), ¿por qué no te vienes conmigo a Hollywood? ¡Podrás hacerte rico y famoso!" a lo que el bueno de Gustavo le responde educadamente que no, que no estaba interesado, que era muy feliz viviendo tranquilo en el pantano.
Al responder esto, el productor probó con otra cosa: "habrá miles de personas a las que harás felices con tus canciones". Antes esta nueva perspectiva, Kermit reflexiona.

"Soy feliz en mi casa, en mi pantano, con mi banjo....pero poder hacer a tantas personas felices....está bien, iré a Hollywood"

Esta película de Los Teleñecos van a Hollywood fue la más taquillera de la historia de los Teleñecos hasta la que se estrenó recientemente con Jason Segel y Amy Adams, llamada simplemente The Muppets, entre ambas hay siete películas que no lograron el éxito que se esperaba.

Y la razón es la misma por la que Gustavo decide ir a Hollywood: el objetivo de esas dos películas es hacer a la gente feliz. Habla de los teleñecos, de cada uno de los personajes, de las relaciones entre ellos. Cuenta una historia con el objetivo principal de hacer que la gente se lo pase bien conociendo a unos personajes queridos y valorados, en la primera película por el inimitable Jim Henson, que siempre quiso enseñar al mundo que las marionetas podían expresar ideas, emociones y mensajes, y la última capitaneada por Jason Segel, cuyo objetivo era pura nostalgia, recordar a la gente la existencia de esos personajes con los que creció, cuyo principal objetivo es hacer felices a miles de personas.

Las otras películas, lejos de estar mal, carecen de este espíritu. Y no me interpretéis mal: obviamente son producciones comerciales y deben sacar dinero, la cosa es ordenar bien las prioridades: ¿tu "por qué" es conseguir dinero y para eso usas personajes entrañables que transmiten buenos mensajes, o bien tu "por qué" es CREAR personajes entrañables con buenos mensajes, y ganarte la vida GRACIAS a ellos?"

La rana Gustavo quería hacer felices a miles de personas, y lo consiguió, haciéndose rico y famoso.

Mi antiguo amigo quería hacerse rico y famoso, con lo que sea, probó con todo lo que se iba poniendo de moda, y aunque los resultados no eran malos... no lo consiguió.

Y eso es, tristemente, lo que me ocurrió a mi: perdí mi por qué. No voy a decir que quisiera hacerme rica y famosa, eso es una ingenuidad, y tengo bastantes canas ya (literalmente) como para saber que con esto no van a poner una calle con mi nombre, pero sí que es cierto que perdí lo que me impulsaba a hacer lo que hacía.
Al empezar solo quería divertirme, luego divertir a los demás, y en ese afán llegó un punto donde dejé de divertirme yo. Al llegar el trabajo, tuve la excusa perfecta: el tiempo. No tenia tiempo. "No tengo tiempo".
Mi por qué nunca estuvo definido, o nunca fue lo bastante fuerte.

Y al final, al perder el por qué, perdí todo...menos las ideas.
Las ideas estaban, pero no me apetecía sacarlas. Porque no sabía para qué sacarlas.

Igual en algún momento de vuestras vidas perdéis vuestro por qué. Dejáis de tener ilusión por escribir, por dibujar, por componer...por crear.
No os preocupéis. Es sencillo encontrarlo. Simplemente paraos a pensar en como alguien os convencería para volver a crear: ¿si os aseguraran fama volveríais a transformar ese folio en blanco en dibujos, en cuentos, en música? ¿O bien sois como la rana Gustavo, y volverías solo si os aseguraran llegar al máximo número de personas con la esperanza de poder ayudar a alguien con vuestro arte?

La primera opción puede ser atractiva, efectiva incluso, al principio, pero no duradera. Lo he visto con mis propios ojos.

La segunda es más costosa, implica mucha dedicación, trabajo, y a veces no te encuentras con los resultados que esperabas.... Pero es mucho, muchísimo más duradera. Y pensad que si no llegáis a la gente a la primera, lo haréis a la segunda. O a la tercera.
Pero llegaréis. Porque vuestro por qué es ese: Llegar a la gente, no haceros con la fama a su costa.

Jim Henson, los hermanos Wright, Steve Jobs, Malala Yousafzai...todos ellos tuvieron fracasos, pero nunca se rindieron. Porque su por qué, su meta, era fuerte, creían (y creen en ella, en el caso de Malala), y por eso lograron lo que lograron

Pensadlo bien.

En la vida habría que ser más como la rana Gustavo.j